New Jersey, EEUU.- El fallecimiento del Papa Francisco, el lunes después de la celebración de Pascua dio pausa a la ajetreada rutina de muchas personas luego del asueto de la Semana Santa.

La muerte del Pontífice no fue inesperada, luego de que estuviera en el hospital por más de un mes, pero sí sorpresiva porque el Pontífice tuvo la energía suficiente para aparecer en el balcón de la Basílica de San Pedro a bendecir a los fieles el día anterior, domingo de Pascua. Todos pensamos que se estaba recuperando.

Con voz cansada y apariencia frágil, Francisco dio la bendición tradicional de Pascua “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo, en Latín). Los fieles reunidos en la plaza San Pedro agradecieron su presencia.

No todos sabían que, como era su costumbre cada año, había ido con todo y silla de ruedas a visitar una cárcel de Roma el Jueves Santo.

Comencé a recordar entonces los momentos más singulares de su papado: cuando fue electo y pidió a los católicos que rezaran por él. Cuando decidió no usar el tradicional papamóvil con vidrios reforzados y escogió un auto abierto. Cuando decidió vivir en la Casa Santa Marta, una residencia más pequeña que se usa normalmente para recibir a religiosos y visitantes.

Recordé especialmente su firme postura en la defensa al medio ambiente, la cual plasmó  en su encíclica Laudato Si (Alabado Seas).

El Papa Francisco escogió su nombre en honor a San Francisco de Asís, el religioso humilde que siempre es representado en imágenes acompañado de animales y vestido de manera sencilla.

El primer Papa latinoamericano, quien nació en Argentina como Jorge Mario Bergoglio, quiso ser ejemplo de humildad y compasión y lo demostró hasta el final. Escogió para su última morada una pequeña basílica, Santa María la Mayor, ubicada a varios kilómetros de la tradicional y más majestuosa basílica de San Pedro.

Su visión de una iglesia abierta a todas las personas le ganó la crítica de las figuras más conservadoras del catolicismo y al mismo tiempo lo ayudó a conquistar el corazón del pueblo cristiano, conmovido y motivado por su ejemplo de comprensión y apertura.

Francisco logró actualizar la aplicación pastoral de la doctrina con algunas innovaciones como aceptar que sacerdotes puedan al menos bendecir a parejas católicas del mismo sexo. Se expresó firmemente en contra de actitudes injustas contra inmigrantes y refugiados. Su constante defensa de los más desposeídos, de los tocados por la guerra, de las comunidades marginadas, fue una constante en su papado.

Nunca olvido que ante la invasión de Rusia a Ucrania, el Papa Francisco fue personalmente a la embajada de la Federación Rusa en la Santa Sede para interceder en favor de un final del conflicto. Esta y otras anécdotas reflejan su preocupación por los problemas del mundo.

En este tiempo en el que los políticos se adueñan del título cristiano como si fuera una banda en un certamen de belleza. En momentos en los que tantas personas proclaman ser cristianos pero en sus hechos carecen de generosidad y tolerancia, llevar el crucifijo al cuello da un poco de temor, no queremos ser catalogados con aquellos que despliegan el crucifijo, recitan las oraciones y luego ofenden a otras personas, justifican guerras y piden cárcel para los extranjeros.

La verdadera cristiandad predica el amor, el perdón y el respeto al prójimo. El Papa Francisco fue un buen ejemplo de la cristiandad como debe ser entendida.


Sus palabras: ¿Quién soy yo para juzgar? y su esfuerzo porque la Iglesia sea un lugar de acogida para todos, así como su postura abierta a las diferentes religiones, le ganaron el sincero afecto y el respeto de muchos. Francisco trató siempre de poner en práctica las palabras de Jesús que constituyen el centro del cristianismo: “Ama a Dios y a tu prójimo como a ti mismo”.