Santo Domingo, República Dominicana.- Su familia es su debilidad, por lo que cuando celebró sus 80 años, Albita también vio cumplirse el anhelo de tener a sus nueve hijos reunidos: Silfrido, Carmen, Fernando, Ramón, Libertad, María, Yosarah, Sandra y Leonora.

Y de ñapa, la mayor parte de sus nietos, bisnietos y vecinos de muchos años.

El festejo fue como ella, de vibrante colorido, primaveral, alegre, fresco y sumamente emotivo. Globos multicolores, marco fotográfico y bizcocho diseñados especialmente para ella. Aunque es débil con los girasoles o «flor del sol», se podría decir que le gustan absolutamente todas las flores, por eso la llaman «la mujer de las flores».

Alba Margarita Cedeño Rivera estaba feliz. Tanto, que en medio del festejo hizo un alto para declarar categóricamente: “No quiero celebrar más cumpleaños. Con este es suficiente”.

Pero sería un pecado pasar por alto tan significativa fecha. Por eso, la familia siempre  celebra cada 10 de junio en entretenidas veladas familiares, más discretas, por supuesto, para que no superen la gran experiencia de sus 80 primaveras.

El personaje

La edad no la limita. A sus casi 88 «doña Alba», otro de sus nominales, limpia, cocina y cuida de sus plantas. También disfruta de escuchar música. Le encanta Juan «Grabiel», el Ave María de Celine Dion, Jesús Adrián Romero y muchos otros intérpretes de canciones cristianas.

Goza de una mente tan lúcida que muchos jóvenes envidiarían. Siempre con tema de conversación y un proyecto en carpeta.

Ahora está a cargo de la tiendita comunitaria creada para generar recursos e impulsar los programas de la fundación Gestión Integral de Salud y Educación de la Familia (Gisef), concebida por sus hijas en honor y reconocimiento a su ejemplo y legado de amor y solidaridad.

«Julito», como le dicen a veces sus hijas e hijos por su parecido al doctor Julio Hazim, es también analista político, comentarista de noticias, artista, artesana, coach, psicóloga y consejera matrimonial.

Se le da muy bien la costura y aunque su “tatarata” (catarata) le ha robado la visión, persiste y sigue creando cojines, cortinas, manteles, entre muchos otros artículos decorativos.

Además, engalana a sus muñecas (sí, tiene muñecas) y les hace lacitos. Eso le evoca cuando solía vestir a sus seis hijas de pequeñas. Les hacía piezas iguales, de forma rústica, con tela de saco teñida al gusto. Aun sin tener formación en costura, lograba confeccionarlas haciendo sus propios patrones.

Así tenía que hacerlo, porque la familia era numerosa y los recursos muy escasos. Criar, alimentar, cuidar y educar a tantos representaba un gran reto. Al hacer memoria de aquella época se le nota reflexiva y asegura no explicarse hoy cómo lo lograron.

“Fernando era chofer de guagua y su salario no era suficiente. Cuando llegaban esos tiempos de inicio de la escuela era bien difícil, por lo que yo iba a la casa de su jefe, Blanquito, que vivía cerca, a tocar la puerta, y las de otros vecinos y amigos de la familia, y así conseguíamos uniformes y útiles escolares».

Recuerda que su esposo, Fernando, llevaba la lista de libros a un amigo que tenía una librería. «Creo que se llamaba Fersobe», -dice-, «que nos daba facilidades de pago, pero para serte sincera, no sé cómo lo hacíamos».

Su vena de emprendedora y de comerciante nato la llevó a realizar múltiples actividades productivas desde la casa para apoyar en la generación de ingresos familiares. Vendió habichuelas blandas, batata asada, espaguetis con frito, carbón y hasta tuvo paletera. También hubo épocas en las que fue empleada.


Y ya que la prole inició su propia historia, tenía que ser autosuficiente y emprendió con lo que la misma comunidad bautizó como «La Sirenita», una pequeña tienda que siempre estaba surtida de la más variada mercancía. Usted podía encontrar allí desde un alfiler, pasando por productos de limpieza, alimentos, hasta librería o trajes de gala. Todo en un espacio de unos pocos metros cuadrados y, lo mejor, servicio 24/7, pues los vecinos iban a resolver emergencias a cualquier hora.


«En esta casa se estudia»

Albita apenas llegó a cursar el sexto grado y su caligrafía, tipo “Palmer”, es impecable.  Aun con su reducida formación académica, fue quien lideró el proceso educativo de sus hijos. Los motivaba y supervisaba y, cuando era necesario, aplicaba los correctivos pertinentes.

«En esa época no se hablaba tanto de psicología y como tú comprenderás, para mí era difícil lidiar con tantos muchachos», explica, refiriendo que su psicología era la chancleta, el verbo encendido y los platos, que lanzaba como campeona de frisbee.

A ninguno de ellos se les borró de la memoria su célebre frase: “En esta casa se estudia”, la cual enarbolaba como bandera todos los días. Muchos vecinos del barrio -Villas Agrícolas, muy cerca del Mercado Nuevo de la avenida Duarte-, así como compañeros de estudios de sus hijos pueden dar testimonio de ello.

Como resultado, nueve hijos e hijas que estudiaron y lograron niveles técnicos y superiores, incluyendo maestrías y doctorados, en algunos casos.

Experiencia memorable

Visitar la casa de Alba Cedeño es una experiencia placentera a todos los sentidos. Cada estación trae consigo una transformación en términos decorativos, pero lo más importante es que, como anfitriona, se desvive por ofrecer una experiencia memorable a sus visitantes.

Un plato de comida y un cafecito para compartir son parte de la agenda. Con bandeja y doile incluidos. Un abaniquito para el calor, una silla que sirve de otomana, un vaso de agua, con su platillo de rigor, una friita si prefieres y, si te descuidas, hasta un masajito te sale.

Y, como si fuera poco, tiene complejo de Madre Teresa porque siempre está pensando qué necesita el visitante para ofrecérselo aun despojándose de lo poco que pueda poseer. Eso cuando su sexto sentido le alerta. A los demás, nadie los salva de caer ante sus «encantos» de comerciante.

Sus conversaciones son entretenidas y variadas. A veces el espacio se convierte en confesionario o consultorio (recomendado 100 % para quien sea que lo necesite).

Como terapista familiar, ella siempre está en modo positivo, por lo que los consejos y palabras de aliento son parte del menú.

Y es que para Albita la familia es fundamental. Su norte siempre ha sido que la familia eche hacia adelante, que luche y crezca unida, en alegría, solidaridad, positivismo y amor. Por eso se empeña a fondo para que sus hijos, nietos y bisnietos, gocen de salud mental, crean en sus potencialidades y confíen en que pueden lograr todo lo que se propongan.

A propósito, a ellos les dice: “Este es un mensaje para mis nietos, mis hijos y también para mis bisnietos, para todo el que quiero: que echen para adelante. Que aunque tropiecen, se levanten y sigan para que tengan un futuro mejor. Y a las madres, ustedes que son mis hijas, mucho triunfo y alegría y siempre vayan por el camino correcto”.

La mejor madre

Todo ese amor, entrega y devoción ha sido ejemplo para la familia. Así lo confirman y reconocen sus descendientes.

“Me siento una mujer privilegiada teniendo una madre como doña Alba”, afirma Sandra, quien resalta el positivismo como parte del ADN de su progenitora.

“Una madre que en cualquier circunstancia tiene un mensaje positivo para uno. Es como la conciencia positiva que todos debemos tener”, recalca. Mami es un empuje permanente. Es increíble que cada vez que hablo con ella es para resaltarme cosas positivas mías y decirme: tú puedes, tú eres una mujer poderosa, una mujer inteligente. Y al revés: la poderosa e inteligente eres tú mami”, afirma Sandra.

“Siempre hemos conversado que si te hubiesen dado un chancecito en este país, te lo metes en un bolsillo.  Eres una mujer impresionantemente inteligente, increíblemente trabajadora, resistente a las adversidades, resiliente como ninguna. Un grandísimo ejemplo para tus hijas, para mí, para mis hijas y para todas las generaciones que nos han de suceder. Hay que tener la historia de doña Alba a la cabeza. Estoy muy orgullosa de haber sido seleccionada para ser tu hija. Mejor madre no pude haber tenido. Agradezco a Dios infinitamente por concederme una madre como tú. Te amo con locura”.

Y ese amor es un denominador común entre sus hijos. “Gracias por todo lo que haces todos los días por mí”, le expresa con efusividad Leonora, la menor de la prole.


En tanto que Silfrido, el mayor, reconoce su sacrificio por la familia. “Luchadora incansable, guerrera. Siempre pendiente de todos nosotros. Consejera cariñosa, esa es mami. “Tú eres lo más grande que Dios nos ha dado.  Tú nos has enseñado los mejores valores para vivir. Tú eres el ejemplo a seguir de todos nosotros. Recibe todo el cariño y afecto que te mereces.”


De su lado, Carmen Rosa plasmó sus sentimientos en un hermoso acróstico que define y describe a Alba Cedeño como la mujer de estirpe que es.

ALB MARGARITA

Arrullo de luz al amanecer. Así despiertas todos los días con los primeros rayos del sol; siempre activa, alegre y soñadora.

Luciendo en eterna primavera, los colores que vistes destacan tu energía, vitalidad y positivismo en la vida.

Bondadosa, afable, entusiasta, pero también guerrera, soberbia y a la vez derroche de amor y pureza.

Auténtica, de mucha fe. Con una imaginación superior a los demás. Entregada a la familia. Formándonos con disciplina en el respeto y las buenas costumbres. Educándonos, tú, con apenas una preparación básica, pero con objetivos claros de que llegáramos a ser profesionales, sobre todo hombres y mujeres de bien.

Mujer impetuosa, líder natural donde quiera que llegas. Desde muy joven perfilada en seguir tu corazón, tus sueños y deseos; emprendiste un camino de amor, lucha, trabajo y carencias junto a nuestro padre, para salir adelante con tus hijos. Realizando innumerables trabajos. Defensora de los menos afortunados, amigos, vecinos…

Amante de la vida, en todas sus formas. Fiel a tus principios.

Representas el aire, la niebla, los pájaros cantores, sin perder la tierra bajo tus pies. Eres clara y directa en tus ideas, sin descuidar el norte a seguir.

Gustas de experimentar y de emprender nuevos proyectos, nuevas travesías. De corazón y mente abiertos a las vivencias frescas e insólitas.

Asimismo, estrenas cada día la creatividad de tu mente, evidenciada en la costura, los adornos y las decoraciones que realizas con esmero.

Reflejas tu aguda visión describiendo a las personas; teniendo el sobrenombre de “La bruja mayor” por tus acertadas conclusiones y tus valiosos consejos. Protegiendo a quienes amas.

Inigualable e invaluable, sí, ¡esa eres tú Albita!

Tenaz, incansable, emprendedora. Has logrado tu más preciado proyecto: ver tus hijos caminar por senderos de luz y progreso. Nos has acompañado en nuestros triunfos y cuando caemos también estas ahí para levantarnos.

Amo ser tu hija, es un privilegio y un orgullo pertenecerte. ¡Dios te bendiga!

Algunas historias

De Albita, Alba, doña Alba, albóndiga, abuela, buelita, “Julito” o simplemente “mami” casi todos tienen una historia en un amplio rango de aspectos: Desde sus análisis políticos, su consejería matrimonial, terapia sexual o psicológica, sus sicodélicas decoraciones navideñas, sus colecciones de artículos raros y su creatividad hasta su valioso aporte al diccionario de la «Real Academia de la Lengua Dominicana».

Uno no puede hablar de mami sin hablar del diccionario propio que ella ha creado, porque le cambia el nombre a las cosas, incluso a las personas, afirma Sandra, quien se autodefine como la intérprete oficial.

“Me llaman un día y me dicen: Sandra, mami dice que hay que llamar al “elátigo” porque él le dijo que hay que cambiarle las “pilas” al “asensor”.  Entonces mi cerebro comienza a maquinar. Bueno, lo primero es, descuartizando el mensaje, que los ascensores no usan pilas. Creo que ella se refiere a que Escolástico, el electricista, le dijo que hay que cambiarle las baterías al inversor”. (Carcajadas).

Otra de las anécdotas más jocosas las comparte Micky Montilla, vecino, hijo «pegao», que la reconoce como su segunda madre y quien atribuye a una experiencia junto a ella, sus inicios como actor.

“Bueno anécdotas todas las del mundo y cada una de las más cómicas y epopéyicas. Una de ellas fue cuando fui por primera vez al cine, por supuesto ella me llevó. Yo tenía como 10 años.

Ella misma me bañó y me cambió. Ella estaba más bella que nunca, con unos tacos amarillos allllltos y una cartera grannnnde amarilla igual. Carrito público en la Duarte, yo sentado en sus piernas para no pagar doble y así llegamos al Cine Doble a ver Los 10 Mandamientos.

Un mar de gente para entrar.  Ella se quitó los tacos y los entró en la cartera, de donde sacó unos calizos y luego 20,000 cosas más inimaginables!… Me cogió como una pelota de fútbol americano debajo de su sobaco, nadó conmigo por encima de todo el vivo y en menos de tres minutos ya estábamos adentro y sentados.  Ahí, cómodos, dormimos, vimos película, comimos, porque sacó de aquella cartera un locrio de pollo hasta con ensalada; sábanas, toallas, jabón, peine, espejo y cojines. Acampamos prácticamente en el cine. ¡Así empezó mi carrera en el cine!”

Por su parte, Silfrido ha sido testigo de excepción de uno de los temores de doña Alba: “Cuando dormíamos en el campo, algunas veces se entraba un «maco» (sapo) en la casa por la noche y hasta que no sacábamos el maco, a la hora que fuera, mami no dormía o había que llevársela a otra casa a dormir porque ella le tiene pánico a los macos”.

Del mismo modo Leonora, su hija menor, nunca olvidará una de tantas lecciones aprendidas:

“Recién graduada de Hotelería en la PUCMM, yo pensaba que me iba a llevar el mundo por delante. Ella me llevó a una habitación del hotel donde trabajaba como ama de llaves y me dijo: Yo no te voy a poner a que arregles cama ni nada de eso, lo que quiero es que me hagas un reporte de lo que la muchacha que limpió la habitación no hizo bien. Yo entré, chequeé la cama, el baño, todo lucía bien, limpio y todo en su lugar y le dije que me parecía que todo estaba bien. Entonces me entró de nuevo a la habitación y me pregunta: ¿tú estás segura?, mira la habitación bien –insistió-. Ella quería que yo notara que había un cuadro decorativo que estaba colgado en la cabecera de la cama que estaba torcido. Pero yo no lo noté. Eso me lo enseñó ella, a prestar atención a los detalles, por pequeños que sean. Y ella no fue a la universidad para aprender eso”, resalta Leonora.

Como estas, Albita es el origen de cientos de excitantes anécdotas que tendrían que ser compartidas en otro tiempo y espacio, pero todas revelan la vida de trabajo, amor y solidaridad de una mujer para quien la familia es y siempre ha sido lo más importante.

Si alguna vez usted escucha en el supermercado la voz de una dama que clama: “Marietelllll, Marietellll”, esa es Albita llamando a su hija María Esther. Suele “perderse” en los pasillos. Se entretiene buscando los productos de su estricta y efectiva dieta para mantener su diabetes a raya. Encuéntrela y salúdela, que tiene «sangre» para hacer amistades.

Próximo a cumplir sus 88 años, los que nos aprestamos a celebrar, Albita sigue siendo un canto de colores, una mujer que celebra la vida con la misma pasión con que riega sus plantas cada día. Lejos de anclarse en el pasado, su mirada está puesta en el horizonte, soñando, creyendo e inspirando a todos los que tenemos la bendición de estar a su lado.


Agradecer a Dios por ser nuestra madre es reconocer el regalo más grande y sagrado que hemos recibido en la vida; tu presencia ha sido y seguirá siendo nuestra mayor bendición. ¡Qué gran orgullo ser tus hijos!