Santo Domingo, República Dominicana.- Desde hace casi un mes dos entrañables amigas y colegas viven un infierno. María Adaisa y María Esperanza Pérez están sumidas en la angustia y la incertidumbre.
Y qué decir de su padre, de 81, quien fue atacado por una fiera rabiosa, cuya inteligencia emocional se quedó de vacaciones quién sabe dónde. Alguien que decidió solucionar una discusión con su pareja de manera salvaje, sin medir las consecuencias.
Me puedo imaginar a don Eremio, atónito e incrédulo ante la escena. Un individuo descontrolado, iracundo, con dos machetes en las manos amenazando, persiguiendo y vociferando en contra de su nieta, Mairení.
Argenis Roque no tuvo consideración. No recordó a quién tenía frente a él. Un conocido de años, el bisabuelo de su hija, casi un familiar. Envenenado de la rabia atacó sin piedad ni razón. Dejó a don Eremio sin su mano izquierda y por poco sin la derecha.
Fue implacable. Lo hirió en la cabeza y otras partes del cuerpo. Gritos, llanto, confusión y desesperación. Angustia, temor, dolor, rabia, impotencia, desconsuelo y tristeza.
Pero el peor es el sentimiento de desamparo de mis amigas y colegas, y de toda la familia.
A casi un mes del lamentable suceso las autoridades aun no han dado con el paradero al agresor que, como cobarde al fin, se dio a la fuga. Cosa extraña, porque si de algo nos jactamos es de la efectividad y profesionalismo de nuestro cuerpo policial, pese a las precariedades conocidas.
Por eso hay que ser pacientes y darles un voto de confianza. Sí, es posible que ahora la Policía esté muy ocupada con el Covid-19 y todo el trabajo que implica la época.
Esperemos, mientras, que en estos días esta lamentable tragedia familiar no escale, con Dios delante y la voluntad del director de la Policía, Edward Sánchez González. Verdad señor director?
NO PERMITA QUE ESA SENSACIÓN DE DESAMPARO SE CONVIERTA EN DECEPCIÓN Y RESENTIMIENTO COLECTIVO.