Santo Domingo, República Dominicana.- Histeria colectiva. Se cayeron los servicios de Facebook, Instagram y WhatsApp.  En mi caso, mi último mensaje de WhatsApp lo recibí a las 11:07 de la mañana.

Y sí, reinicié mi celular, lo apagué. Revisé la conexión a la internet. Bien. Navegué y me dí cuenta de que había problemas. Y deben ser muy serios porque ahora son las 6:00 de la tarde. Más de seis horas sin producir dinero el «pobrecito» Marck Zuckerberg.

Desde entonces mi amiga Mayra y yo nos relajamos, a esperar pacientes, seguras de que el problema, cualquefuere, se resolvería a la brevedad posible. Si no, los bolsillos de ese mulltimillonario sufrirían (en realidad lo decíamos como un consuelo, porque los millones de ese señor son duros de roer).

Imagen de Gerd Altmann en Pixabay.

No me gustó el intento de minimizar el problema que refleja Facebook en su comunicado, de acuerdo a la publicación de la BBC News, cuando dice: “Somos conscientes de que algunas personas tienen problemas para acceder a nuestras aplicaciones y productos. Estamos trabajando para que las cosas vuelvan a la normalidad lo más rápido posible y pedimos disculpas por cualquier inconveniente».

Mientras, los correos electrónicos y las llamadas telefónicas «normales» de seguro elevaron su tráfico. Twitter se despachó hasta el infinito y más allá. Sus propietarios debían estar con los dedos cruzados rogando que no le pasara nada a su plataforma.

Después de teorizar sobre la falta de información, el manejo de la crisis y otros aspectos, nos entretuvimos de lo más bien viendo los memes y el protagonismo de Twitter.

Pero sobre todo nos llamó la atención la creativa respuesta de muchas personas y empresas que, aprovechando la oportunidad, se montaron en la ola para promover sus actividades y servicios.