Fotografías: Miguel Soto García

SANTO DOMINGO, República Dominicana.- Agripín nació en Las Lagunas, de Moca. Hijo de José Dolores Rodríguez y María Magdalena Núñez, dos personas de campo, humildes, buenas y trabajadoras.

Trece hermanos conforman su amplio círculo familiar. Su papá se casó tres veces y son cuatro hermanos de padre y madre del tercer matrimonio: José, Eugenio y Ananía. Él es el segundo entre los cuatro.

Mejor no aparece

Casó con Pura Deschamps García, con quien procreó su única hija, Pura Rodríguez. “Una mujer que yo creo -perdonando usted que es mujer— que mejor que esa no aparece”. Con tristeza habla de su partida por la afección de un cáncer, pero agradece a Dios que le dejó como herencia a su hija. “Me siento muy honrado de ella”, reafirma.

Dice que tuvo una infancia feliz. Trabajó desde pequeño en la agricultura y a los 12 años se inició en la carpintería, con tanta fortuna que fue uno de los que comenzó a trabajar en el templo Corazón de Jesús, de Moca, que se construyó en 1946.

Dejó esos oficios para dedicarse a la peluquería tras su paso por la Aviación, la Marina y el Ejército. Mientras estuvo en la Marina, completó su bachillerato en la escuela Eugenio María de Hostos, en la capital. Luego estudió dos años de ingeniería en la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

 Aprendió mirando

Siempre tuvo aspiraciones de estudiar y superarse. Hombre visionario, quería ser peluquero profesional, por lo que dejó el empirismo y se graduó en la academia Altagracia, sita en la calle Sánchez 52, entre El Conde y Las Mercedes, en la Zona Colonial. Tras lograr esta meta, formó la peluquería Las Tres Avenidas. “Yo quería tener mi título profesional”, dice en tono enfático, porque en su mente bullían las ideas de un emprendedor con matiz revolucionario.

Ya tenía suficiente experiencia en este tipo de negocios, pues trabajó en el salón Marión, que era “la universidad de la peluquería, lo mejor en esa época”. Con satisfacción y orgullo dice: “Aprendí a trabajar mirando”.

Escuela Nacional de Peluquería para Caballeros

La visión e ímpetu de Agripín lo llevaron a crear un sindicato, ocupando cuatro veces la secretaría general. De allí surgió la idea de formar una escuela oficial para peluqueros, y lo logró.

“Nos atrevimos a elaborar un proyecto de ley para que hubiera una escuela oficial del Estado, una de peluquería. Queríamos una escuela porque había muchísimos muchachos jóvenes que se nos acercaban con el propósito de aprender. Buscábamos que esos empíricos se convirtieran en peluqueros profesionales”.

Como resultado de la iniciativa, la ley número 77 del año 67 creó la Escuela Nacional de Peluquería para Caballeros. A partir de ahí se cambió el término “barbería” por “peluquería”.

Director de la escuela

Sonríe. La satisfacción invade su rostro. “El ministro de Educación me llama, era Matos Berrido, y me dice que yo iba a ser el director de la escuela, que se había aprobado. Le dije que no quería ser yo, que recomendaba a la profesora Altagracia, directora de la academia donde yo aprendí. Y me dijo: “No, tiene que ser usted, porque usted es quien ha luchado por esa escuela. Usted queda nombrado desde ahora. Confío en que usted lo va a hacer bien”.

La escuela no tenía local. En el transcurso de los años estuvo ubicada en diferentes espacios, hasta que llegó a la calle Moca esquina Peña Batlle, donde funciona. En principio era un local de 12 aulas, pero años después, Agripín tuvo la oportunidad de develizar junto al entonces presidente Leonel Fernández la tarja de la reinauguración de la escuela, con 18 aulas.

Labor reconocida

Agripín muestra algunos de los reconocimientos recibidos.

De la escuela tiene 9 reconocimientos y 4 trofeos por su labor. También fue reconocido al Salón de la Fama Geri Cuzenza, en un acto al que asistieron cerca de tres mil personas.

“Sus libros son un ejemplo de conducta. No hemos encontrado, en 31 años, ninguna falta, por tanto usted merece un reconocimiento. Vamos a recomendarlo”, le dijo la supervisora de zona al sugerirle no trabajar más, luego de salir de alta de Cedimat por haber sufrido un infarto.

Y cumplió. En mayo de 2015 el Instituto de Bienestar Magisterial (INABIMA), le entregó una placa de reconocimiento y un bono.

Misión cumplida, por el bienestar de los peluqueros

En su labor como sindicalista don Agripín también tuvo éxito. Su norte siempre fue que el peluquero mejorara sus condiciones de vida. No tenían seguro y si se enfermaban no disponían de recursos para enfrentar una enfermedad durante años, meses o días.

Ante esta realidad, el doctor Pereyra Ariza, que dirigía el Seguro Social, les concedió incluirlos.  Agripín fue nombrado responsable de las cotizaciones, una tarea muy difícil y con vaticinios en contrario por estar los peluqueros muy dispersos.

“Yo me comprometí y les dije que sí. Que yo era responsable y que iba a cumplir con el mandato. Yo me encargaba personalmente de cobrarlo, pagar en el Seguro Social y distribuir las tarjetas a los miembros”.

Ciento por ciento

De ese convenio hay 73 pensionados que cumplieron 30 años cotizando al Seguro Social y personas que no tenían la posibilidad de ingresar a una clínica, pudieron hacerlo. También más de 12 mil peluqueros han podido trabajar en Estados Unidos, porque les reconocen sus títulos.

“Cumplí ciento por ciento con la ley, me reconocieron y fui jubilado después de 30 años de servicio”. “Me siento tranquilo, creo que he cumplido con lo que se me encomendó”.