Abrigos de invierno

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Santo Domingo, República Dominicana.- Dice un adagio que el pasajero se conoce por su equipaje y es cierto. Tanto como que una de las cosas que más delata el nivel socioeconómico de una persona es la vestimenta. Sobre todo en invierno.

Y mientras más desarrollada y civilizada es la ciudad, el contraste es mayor y el abismo más profundo. Y todavía muchísimo más si es un país o ciudad civilizado con gran incidencia migratoria, como en Milano, una de las principales ciudades italianas donde precisamente se conjuga el glamour y la elegancia del mundo de la moda con la cotidianidad, las necesidades y las aspiraciones de miles de inmigrantes.

Es fascinante salir a la calles y ver estos caballeros elegantemente vestidos con sus chamarras largas, cuellos altos (al último grito de la moda), zapatos de piel,  sombreros o boinas y un seductor aroma. Lo que se dice “de punta en blanco”.

Y ni se diga de las damas: tienen estilo de modelos o de maniquíes. Las más pudientes exhiben un exquisito gusto y poder adquisitivo para combinar sus vestuarios, calzados, carteras y accesorios, de la cabeza a los pies.

Van más combinadas que una caja fuerte, se dice en República Dominicana. Parece un desfile de modas invernal con esa cadencia, elegancia y actitud, propias solo de alfombra roja. Todas ellas como personalizando a la realeza, estrellas de cine o reconocidas top models.

Los abrigos tienen una piel tan suave, colores sobrios y diseños elegantes que ha de ser un gran placer para ellas que arribe el invierno para lucirlos. Llevan un pelo saludable, con buen corte y brillo. Al parecer la estación les sigue el juego, pues el frío parece hacerlo más lucido y siempre están en su puesto.

Imagino que ese pelo está adaptado a esas bajas temperaturas, porque el mío sencillamente se pone como un brillo, y no fino, sino como un brillo grueso, algo así como un erizo.

Todo va muy bien mientras observo el desfile de moda invernal por las calles de Milano, desde una ventana del pullman. Pero de repente también llaman fuerte mi atención algunos borbones. Ahhh, pero me dicen que no son de los vagabundos callejeros. Que aquellos son simplemente inmigrantes con muy, pero muy escasos recursos económicos. Llevan unos vestuarios tan, pero tan… ¿cómo decirlo?…

Caritas Fashion

Mejor me explico: los abrigos de las señoras de esta clase social son como del año 40, mínimo. Desteñidos la mayoría. Este, en particular, es rojo. Se ve que –como decimos por la República Dominicana– la muerta lo heredó de la madre o de la abuela y así, pasó de generación en generación, hasta que por fin decidieron darlo a “Las Caritas”.  (Caritas es una institución benéfica que brinda comida y vestuario a los más necesitados).

Es entonces que esa inmigrante puede vestir ropa exclusiva de “Caritas Fashion”. A ella no le interesa si es de una difunta, o de alguien enfermo. Mucho menos si está o no a la moda. Ni siquiera si está en condiciones o a su medida, porque lo único que verdaderamente le importa es que le quite el frío inclemente y le da gracias a Dios y a los del Patronato que le hayan otorgado aquel buen abrigo rojo.

También le dieron unos guantes buenísimos de lana azules y una bufanda de cuadros mamey y verde, Uuuy! y lo que más le gustó fue aquel gorrito marrón para el pelo, con florecitas blancas. Es bien cubridor el gorrito, hasta las orejas le cubre, pero como la equipan de un todo también consiguió un par de zapatos blancos, bien finos.

Con su “outfit” parece de la alta sociedad! Ahhh y se me olvidaba la cartera amarilla. Grande, amplia y de piel.

La doñita salió de “Caritas Fashion” con la felicidad reflejada en el rostro. Ya tiene con qué pasar el inverno y si desea puede volver a buscar más dentro de un mes. Quién sabe si la próxima vez le salga uno de marca.  Sí, porque se dan esos casos de marcas buenísimas, aunque igual de antiguas. Pero no importa, porque al final lo relevante es que te proteja del frío.

El asunto no termina ahí.  Como la dama no tiene dinero para comprar esas vestimentas y las necesita, justo al día siguiente se trasladará a otro patronato para conseguir más abrigos. Debe ponerse al menos 4 abrigos porque hace muchísimo frío. Uno de algodón debajo de otro de algodón mangas largas, y sobre este el abrigo exterior, preferiblemente de lana.

Y así, la señora de la caridad va coleccionando su vestuario y créanme que aunque vaya a seis Caritas, difícilmente pueda combinar.

Tan bien que visten los italianos, pero no me explico de dónde sacan esas piezas que se encuentran en Caritas. ¿Serán de algunos coleccionistas de antigüedades?

Porque, ¡Dios de los cielos!, ¿dónde está toda esa ropa que usaron en el 2000, o en la década de los 90? No es que son mala gente, es que al parecer les gusta guardar para cuando vuelva la moda, quizá luego de 200 años y los tataranietos las vayan a usar.  Lo único que he visto un poco actual son unos que otros pares de botas, tenis o zapatos, pero cuando aparecen dos pares así, se esfuman como el humo.

En República Dominicana regularmente cuando no nos ponemos algo, aunque sea nuevo, lo regalamos, o lo vendemos a bajísimo precio. Ahh, una cosa, debo de aclarar que no son todos los inmigrantes que andan así, solo los que pertenecen al grupo de muy bajo nivel económico, pues no tienen dinero, trabajo o documentos legales y, para colmo de males, nadie que le dé una mano. Viven, comen y se cubren de las inclemencias del tiempo por la bondad de los patronatos y las Caritas.

La ropa de inverno deja ver también la edad, no es lo mismo el abrigo de un jevito que el de un abuelo, noooo, jamás. Ni el de una “regazza” que el de una “donna”. Se distinguen de lejos.

Los adolescentes casi siempre prefieren dejar ver las caderas. Sus abrigos son ajustados en la cintura y tienen capucho que pocas veces lo usan para cubrir la cabeza. ¡Qué paradoja!

Mientras, los de los mayores son anchos y largos, a media rodilla. Las mujeres de 20 a 30 años casi siempre los usan a media pierna o a media rodilla, pero estrechos en la cintura, para que se note su figura.  Ah, y estos también son modernos.

Pero los que son un puro amor son los vestuarios de los “bambinitos”, a quienes casi siempre los combinan bien, pues desde la tienda se encuentra todo completo, guantes, gorritos, bufanda y zapatitos, no importa el nivel económico. Digo, si no son de los zíngaros, (descendientes de gitanos) porque a esos les importa un verdadero rábano la combinación. Al menos cuando están en las calles pidiendo limosnas junto a sus progenitoras.

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Estudió comunicación social en la UASD donde, en el transcurso de su carrera, formó parte del ballet folclórico de esa alta casa de estudio. En sus más de 25 años de ejercicio como cronista social formó parte de los equipos de la revista En Sociedad, del periódico Hoy y de El Caribe. Su pasión es resaltar y promover los valores y rasgos distintivos de nuestra identidad como pueblo.